sábado, octubre 13, 2012

No saber lo que es bueno ni querer aprender


Frente a las "mousses" insólitas y estériles, esferificaciones y humos que no llevan a nada más que al enaltecimiento del pijerío "snob" y "nuevo rico", a las reducciones de vinagre de Módena sin ton ni son y demás mariconadas entronizadas por una mal llamada y mal entendida cocina moderna, con más de pretensión moderna y provocativa (o para "épater les bourgeois", engañar a los bobos), que de auténtica cocina, quien no haya probado un "confit de canard", un muslo de pato suavemente frito, confitado en su propia grasa y luego conservado inmerso en dicha grasa para ser comido al cabo de un tiempo, previo recalentamiento, no sabe lo que representa la comida con sabor.

Se lo digo yo que me zampé uno ayer mismo, en una comida familiar en el día del Pilar y que se viene celebrando anualmente en mi domicilio, para recordar que era el santo de mi esposa, nieta de aragoneses (*).

Coronel Von Rohaut


(*) Y tanto mi esposa como su madre fallecida unos años antes y también llamada Pilar, tan o más catalanistas e independentistas que yo mismo. Mi suegra era, además, gran aficionada a la historia de las dinastías de los Condes de Catalunya de la época carolingia y lectora de las obras del historiador y medievalista Don Ramón d'Abadal i de Vinyals. Pienso en ella cada vez que por la tele escucho a energúmenos mesetarios o castellanos indocumentados que afirman que Catalunya nunca ha sido una nación. ¡Que Dios les perdone si quiere!
Yo no quiero...

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